2020 ha sido un año movido, no ya a nivel individual, sino a nivel mundial. Lo que empezó con un desastre de deforestación en enero, con miles de hectáreas arrasadas por las llamas en Australia (que ya parecía que era un desastre no solamente ecológico, sino a nivel mundial), que nos cogía a muchos en lugares muy alejados, continuó con el que hasta ahora ha sido el mayor desastre a nivel mundial de esta generación: una pandemia.
Los inicios fueron tortuosos y llenos de altibajos. En mi país, España, se implantó algo que hacía casi una centuria que no se vivía, una situación de confinamiento domiciliario. Muchos lo han visto como una privación de derechos. Desde mi situación como sanitario, como médico, lo he visto como un alivio. La sobrecarga del sistema sanitario, las nuevas normas que se implantaron, el desarrollo de protocolos casi semanalmente, y la incertidumbre, provocaron el caos. Muchos de los trabajadores en primera línea iban cayendo como moscas, la falta de material nos exponía, compañeros fueron dando positivo... se ha llorado a familiares, amigos y compañeros.
¿A qué viene todo esto?, se preguntarán ustedes, lectores. Pues viene a colación de que yo traté de buscar consuelo y apoyo en la lectura, eso me permitió la evasión del día a día, resolviéndose en el año más prolífico como lector. El agotamiento me permitía leer, pero no transmitir a ustedes lo leído. Sinceramente, no me he visto con fuerzas, ni con ganas. Primero he tenido que amueblar la mente y poner en orden mis asuntos y, a partir de ahora, quiero retomar esto, que me encanta y me da vida.
Como iba diciendo, son 61 libros los que he leído este 2020. Diferentes entre sí, no soy muy de elegir una única temática, sino más bien de ir probando de todo. Además, he cumplido el propósito más importante para este año pasado: aumentar la presencia de autoras entre mis lecturas. Aún son más los hombres que las mujeres, pero aún así se ha incrementado notablemente. Ya es hora de acabar con los preceptos de que las mujeres escriben únicamente para las mujeres. Y lo siguiente que estaría bien, sería un cambio en la promoción que se da a los libros, si bien cada vez se consigue un sistema más igualitario.
De estas lecturas, quiero destacar Vozdevieja de Elisa Victoria, un libro que me ha llegado al corazón (pronto habrá reseña); Las Chicas de Emma Cline, una lectura sobre sectas que no te deja indiferente (reseña próximamente); Watchmen y V de Vendetta de Alan Moore, que me introdujeron (y de qué manera) en la novela gráfica; A sangre fría de Truman Capote, inigualable; Lolita de Vladimir Nabokov, que me fascinó y me asqueó a partes iguales; El Cuarto Mono de J.D. Barker, mejor novela negra del año; Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo, Todos deberíamos ser feministas y El peligro de la historia única de Chimamanda Ngozi Adichie, tres cortos escritos que se leen rápido pero calan hondo mostrando verdades de una sociedad más desigual de lo que se cree; El diablo a todas horas de Donald Ray Pollock, digna sucesora de la novela de Capote referida antes; Panza de Burro de Andrea Abreu, que me llevó a lo más profundo de mi tierra; Estupor y temblores de Amélie Nothomb, la vida de una belga en Japón (autobiográfico) y, por último pero no menos importante, Helena de Esparta de Loreta Minutilli, un libro sencillo que da vida a un personaje mudo en las historias antiguas.
Vamos, después de todo esto, recordar que estamos en un nuevo año, desear que traiga calma y felicidad, que las convulsas aguas de la vida que recorremos se encaucen y que, un año más, los libros permitan a uno evadirse de estas vidas ajetreadas que llevamos (y esta vez pido por tener constancia, además).
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